Detrás de un simple número se esconden muchos aspectos relativos al desempeño del alumno durante el curso escolar. Este debería trascender a la mera adquisición de conocimientos y reflejar una suma de competencias, habilidades, actitudes y conocimientos sobre una materia. Las notas o calificaciones se utilizan como marcadores del rendimiento escolar. En el pasado, las calificaciones se generaban en función de la puntuación obtenida en los exámenes o pruebas teóricas, dando principal importancia al resultado. La legislación educativa vigente, LOE y LOMCE, así como las metodologías innovadoras, basan su evaluación en el proceso de aprendizaje y este, a su vez, en la adquisición de competencias educativas, con la finalidad de formar alumnos preparados con herramientas para adaptarse a las necesidades de la sociedad actual desde una perspectiva analítica y crítica, ejerciendo la ciudadanía de una manera activa.
Estas competencias educativas son: competencia lingüística, competencia matemática, competencia digital, aprender a aprender, competencia social y cívica, sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor. Asimismo, los objetivos de la educación se fundamentan en la responsabilidad, el desarrollo personal, el trabajo en equipo, la comunicación, la iniciativa y los valores de respeto, tolerancia y no discriminación.
Las calificaciones suponen una herramienta muy útil como reconocimiento al trabajo realizado, al esfuerzo dedicado a la tarea y a la correcta interacción llevada a cabo entre el alumno, el grupo de trabajo y el profesor
Valoran la capacidad de esfuerzo
Sirven, de una forma significativa, para valorar la capacidad de esfuerzo de los alumnos, el querer ser competentes, el ser capaces de enfrentarse a las tareas propuestas y completarlas con éxito, el fomentar que sus actos tienen consecuencias. La responsabilidad es un factor crucial a desarrollar; los estudiantes han de interiorizar que el trabajo en la escuela es, inexorablemente, lo que les toca hacer en esta etapa de su vida.
Favorecen la autoexigencia
La capacidad de alcanzar buenas notas favorece la autoexigencia. Si el alumno es capaz de sacarlas, mantiene y eleva su nivel a la exigencia de cada curso, mejorando sus capacidades intelectivas y optimizando la adquisición de las competencias de aprendizaje.
Son el reflejo de buenos comportamientos y destrezas sociales
Otro de los factores envueltos en las notas es el comportamiento. Generalmente, cuando se evalúa y califica, hay un porcentaje reservado a las actitudes de respeto, predisposición hacia la asignatura, colaboración, tolerancia. Estos factores comportamentales generan en el alumno la apertura hacia la actividad y una autovaloración de su comportamiento. Están aprendiendo qué comportamientos son los adecuados, cuáles generan consecuencias positivas y cuáles les ayudan a alcanzar el éxito académico y una adecuada interacción social con su grupo de clase y con su entorno.
El trabajo en equipo es uno de los valores más reconocidos en la actualidad. A través de él se incide en la autonomía del alumno, en la responsabilidad y en las habilidades sociales. En las evaluaciones se otorga especial importancia al desarrollo de este factor, valorando cuál ha sido la aportación del alumno al trabajo del grupo, la calidad de la misma y la capacidad de gestionar las interacciones entre los miembros del grupo, tales como el respeto de turnos, la forma de argumentar y debatir o la aceptación de las decisiones grupales.
Sirven para identificar puntos fuertes y detectar posibles necesidades
Observando las notas de nuestros hijos, podemos valorar en qué materias son eficientes de forma natural. Una vez identificados sus puntos fuertes, resulta positivo potenciar su talento porque aumenta considerablemente su autoestima y su motivación. A partir de ahí, utilizaremos esa reforzada confianza en sí mismos para canalizarla hacia otras áreas hacia las que se sientan menos motivados o capacitados.
Para que una evaluación y su consiguiente calificación sean significativas, han de ser parte del proceso formativo, estableciendo los objetivos, contenidos, criterios de evaluación y estándares de aprendizaje en consonancia con las competencias educativas. Es decir, los alumnos tienen que entender claramente qué se evalúa, por qué y para qué, convirtiendo de este modo el proceso de evaluación en un elemento coherente y formativo.
Las notas son el reflejo de las capacidades y actitudes de los alumnos.
Una adecuada evaluación estaría, pues, centrada en el proceso de aprendizaje, valorando las capacidades personales de cada alumno, buscando la motivación y proponiendo actividades que supongan un reto personal adaptado a las posibilidades individuales, orientadas a la consecución de la tarea y a la competencia frente a la competitividad, favoreciendo el esfuerzo y la satisfacción por la realización de la tarea en sí misma, generando, en todo caso, la adquisición de competencias educativas.
De esta forma estaremos teniendo en cuenta no solo el potencial intelectual, sino otros elementos como la inteligencia emocional o las inteligencias múltiples. La primera se basa en la capacidad de las personas para identificar diferentes sentimientos y valorar su propias emociones y las de los otros, utilizando esta información para modificar su entorno y adaptarse de forma óptima. La segunda tiene en consideración que el desarrollo de las inteligencias está conformado por factores biológicos, culturales e históricos y de la vida personal, lo cual hace que dependan de los valores de su cultura, de sus oportunidades y de las personas que influyen en su educación.
Las notas no definen al alumno, sino cómo ha trabajado en ese curso y en esa asignatura. Si nuestros hijos no están sacando buenas notas, deberíamos reunirnos con los profesores para saber en qué factores no están obteniendo resultados adecuados y tratar de poner remedio lo antes posible. Un mal año lo puede tener cualquiera, pero debemos entender qué ha ocurrido y resolverlo.
Equipo Psikids.
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