A estas alturas es imposible negar los beneficios de las nuevas tecnologías, bien entendido el concepto. Nos han permitido que el mundo siguiera girando durante la pandemia, nos abren las puertas cada día a noticias de cualquier parte, nos entretienen y desconectan y sobre todo nos permiten comunicarnos con los seres más queridos, por lejos que estén.
Pero no nos engañemos, el uso correcto de los dispositivos que, a priori, tenemos los adultos (y a veces ni eso), no se le parece en mucho al uso adolescente o infantil. Y estamos a las puertas de tres meses muy golosos para que los más pequeños de la casa y los adolescentes agotados del año escolar, encuentren una vía de escape fácil en este fácil entretenimiento.
Un verano con un uso correcto de las nuevas tecnologías
Son varias las causas que pueden llevarnos a perder el control del uso que hacen nuestros hijos de su tiempo, y no toda la responsabilidad recae en ellos precisamente.
Los adultos somos responsables de ofrecer a los más pequeños y a nuestros adolescentes una imagen correcta del uso del tiempo libre y no durante los meses de verano solamente, sino durante toda su vida, desde que nacen.
Debemos recordar la importancia que los padres tenemos como ejemplo y modelo de nuestra descendencia. Podremos despertar su amor por la lectura si nos ven disfrutar con un buen libro, fomentar su capacidad de expresarse conversando de sentimientos con ellos, de conflictos, de emociones o de simple actualidad, proponer y participar de actividades con otros niños y sus padres, realizar deporte al aire libre, mostrarles, guiarles y practicar con ellos posibles hobbies hasta que encuentren aquel que más les apasione. Como se suele decir, no es el juguete que le regalamos lo que más le gusta a un niño, sino que te agaches en el suelo y juegues un rato con él.
Tiempo para todo
Evidentemente, en tres largos meses de verano siempre quedará tiempo para jugar al móvil, la tablet, la videoconsola, para hacerse un vídeo en tik tok o para chatear con amigos y amigas. Podemos permitir su uso, pero debe ser un uso responsable y en ocasiones incluso supervisado, no sólo en el tiempo empleado, sino en el contenido al que acceden o comparten con otros.
Es cierto que la duración de las vacaciones escolares, rara vez coincide con las vacaciones laborales, y esto supone para la mayoría de padres, un auténtico quebradero de cabeza. De aquí surgen las inscripciones masivas a los campamentos de verano, los deportes intensivos, las academias de idiomas… Recordemos que son vacaciones también para ellos, y que debe haber también tiempo para el descanso, pero sobre todo para aprovechar en familia el tiempo que no tenemos en nuestro día a día frenético, durante el año lectivo.
Al final, en nuestra vida adulta, los veranos que mejor recordamos son aquellos que pasábamos con nuestros seres queridos, con el bañador siempre mojado, en la playa o en el pueblo, con los abuelos quien tenía la suerte de tenerlos, jugando a las cartas en las sobremesas, comiendo un helado, o conociendo nuevos amigos que se convertían en los mejores amigos que se podría tener, aunque sólo duraran unas pocas semanas.
¿Qué mejor regalo podríamos hacerle a un hijo que un verano como los de antes?
Marta Ravassa, psicóloga en Psikids.
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