La culpa es uno de los peores lastres que nos acompañan en el proceso terapéutico. Nadie quiere ser culpable de lo que sucede pero inconscientemente nos cargamos en la mochila demasiadas culpas, las que nos corresponden y las que no. Esto es negativo en tanto que el sentimiento de culpa nos impide avanzar en la búsqueda de soluciones y, muchas veces, frena y bloquea el logro del bienestar.
Errar es humano
Los acontecimientos pasados, lo que quedó en nuestra mente de lo que los adultos nos dijeron sobre lo que estaba bien y lo que no, dañar a alguien o creer haber dañado a alguien, tomar una decisión errónea… hay muchas posibles causas para sentirnos culpables pero no todas son verídicas ni nos corresponden. Es importante determinar aquello que nos está llevando a sentirnos así y tratar de verlo desde la objetividad, confrontando la información para determinar el grado de culpa.
En cualquier caso, ser humanos conlleva la posibilidad de cometer errores. Como dicen por las redes, tropezar con una piedra no es malo, lo importante es no encariñarse con ella. Es necesario ser conscientes de que aquello que hayamos hecho para sentirnos mal, no es modificable, lo único que podemos hacer es pensar en afrontar la situación y buscar solución, si está en nuestras manos, y si no, aceptar la situación y entender que por mucho remordimiento que uno tenga no va a servir de nada excepto para aprender de la experiencia.
No necesitamos pensamientos destructivos para avanzar.
Pero, ¿y si nos empeñamos en seguir arrastrando la culpa?, ¿y si dejamos de hacer nuestra vida por temor a dañar a otros?, ¿y si no tomamos decisiones por temor a sentir culpa si las cosas no salen como esperamos? Concebir una vida según estas reglas acaba pasando factura en forma de ansiedad, estrés, desánimo o tristeza prolongada. Es importante revisar nuestros pensamientos y detectar cuántas veces somos culpables a lo largo del día para poder afrontarlos y darles salida.
Para ello, debemos tirar los pensamientos destructivos a la basura, ponerles un stop mental para poder decidir cómo solucionar las cosas que hasta ahora han querido quedar ancladas en nuestra mente con la única protección de la culpa dañina. La vida ha de ser cuestión de superación, todo lo que no nos haga avanzar, ¿nos hace felices? Y para poner freno a esos pensamientos, es necesario relativizar la historia mental que nos señala como culpables para poder quitar hierro al asunto y abordarlo con determinación.