Me gustaría plantear una reflexión acerca de cómo el uso de las nuevas tecnologías está interfiriendo en la forma en que nos comunicamos. Es innegable el “boom” de las redes sociales y de cómo las nuevas tecnologías han penetrado de una manera clara en nuestro día a día y todos, en mayor o menor medida, hacemos uso de ellas. Han supuesto una revolución en diferentes aspectos sociales, culturales, políticos e incluso personales. Por su influencia mediática, además de constituir una vía de acceso a gran cantidad de información, posibilitan una comunicación inmediata desde cualquier parte del mundo.
No dudo de las ventajas que ofrecen estas nuevas formas de contacto con el otro, sin embargo, merece una reflexión la actual forma de comunicarse, o más bien debería decir la “nueva comunicación” o incluso mejor llamado la “no comunicación”.
Por ejemplo, no deja de sorprender la falta de contacto visual que hay entre las personas que se cruzan en el metro. Ya nadie se mira, estamos absortos mirando la pantalla de nuestro “smartphone”. Ya no nos percatamos de si deberíamos ceder el asiento a otra persona porque no miramos a nuestro alrededor ni pensamos en las necesidades que puede tener el otro. Indudablemente una de las consecuencias devastadoras a las que podría llevar esta situación es un aislamiento progresivo de carácter colectivo y que afectaría a un número importante de personas de nuestra sociedad. Curiosamente no solo se aísla aquel que hace un uso indiscriminado y continuado de estas nuevas tecnologías, sino que aquel que se resiste a hacer uso de ellas, también termina por sentirse aislado del resto por no ser partícipe de los eventos que tienen lugar en la esfera “virtual”. Parece que de forma irremediable la sociedad se vuelve cada vez más sumisa e impersonal y se entrega a una relación de dependencia virtual que cada vez copa más áreas de nuestra vida.
Con esta tipo de comunicación perdemos algo esencial en la comunicación humana, que es la parte no verbal de la misma, es decir el “cómo decimos lo que decimos”. Ahora no se lleva felicitar el cumpleaños a los amigos con una llamada, o recibir llamadas para darse una buena noticia. A lo que se tiende es a felicitarse en cadena con “emoticonos” varios sin dar opción a una comunicación completa, perdiendo la autenticidad del acto conversacional y por supuesto, el vínculo afectivo que se establece a través del contacto físico, visual y verbal con el otro. Para alguien que valora la comunicación en sí misma y todos sus componentes lo que está ocurriendo es preocupante.
Sin duda este tipo de “nueva” comunicación aporta ventajas, pero también algunos inconvenientes que deberían ser tenidos en cuenta. Para todos, pero sobretodo para los más pequeños, no se debería perder la forma mas “clásica” de comunicarnos. En definitiva, abogar por un uso racional de las nuevas tecnologías.
Recomendamos también este link sobre una exposición fotográfica que trata el tema aquí expuesto.