PIENSO… LUEGO SIENTO Y ASÍ ACTÚO

Cuántas veces habremos oído la expresión: “no actúes en caliente”. Y es que nuestra mente nos sitúa en la capacidad de actuar de manera rápida, ¡eso sí!, sin medir adecuadamente las consecuencias y sin una mínima reflexión. Debemos tener en cuenta que nuestras acciones están tamizadas por nuestras emociones; tal es el caso de hechos como no apetecernos quedar con amigos si nos sentimos tristes, contestar mal a alguien cuando estamos disgustados, o salir a celebrar que hemos logrado un éxito.

Si bien lo anterior es cierto, lo es con matices. Nuestras emociones nos guían en nuestras acciones pero, ¿de qué depende que sintamos una u otra emoción? Son los pensamientos los que producen sensaciones y les asignan una índole positiva o negativa. descargaLa persona con un perfil optimista tiende a serlo porque sus pensamientos lo son, y por tanto, tiende a vivir emociones más positivas. Por el contrario, la persona pesimista tiende a generar pensamientos negativos, viendo las cosas desde la óptica de lo nocivo, lo que desencadena emociones poco favorables para sí misma.

Para entender el funcionamiento de estos dos perfiles, debemos desgranar el proceso por el que pasa nuestra mente: a partir de una situación concreta, el cerebro genera una serie de pensamientos que a su vez dan lugar a emociones. Pensamientos y emociones determinan nuestras acciones, y éstas, dan lugar a diversas consecuencias que de nuevo generan pensamientos y emociones según los resultados de las consecuencias previas, de manera que se retroalimentan, o dicho de otra manera, tendemos a actuar de manera parecida en el tiempo…. salvo que nos propongamos cambiar.

Para ilustrar lo anterior utilizaremos un ejemplo. Imaginemos que nuestro hijo ha suspendido un examen de matemáticas que habíamos preparado juntos. El padre/madre más optimista, a pesar de su disconformidad con los resultados, tal vez pensaría: “bueno, ya no le queda tanto, un empujón más y para la próxima lo consigue. Además, es imposible enfadarse cuando ha estado estudiando cada tarde para preparar el examen”. En el polo opuesto encontraríamos mensajes del estilo: “siempre igual, nunca va a conseguir aprobar la asignatura, es un desastre, hemos perdido mucho tiempo preparando el examen para esto…”. Mientras el primero probablemente se sienta tranquilo, con la capacidad para seguir proporcionando ayuda a su hijo, el segundo sentirá rabia, desesperación, enfado, frustración. Y mientras las emociones del primero le podrán llevar a una conducta de comprensión y empatía con su hijo, reforzando su trabajo y continuando con la ayuda; la reacción del segundo le llevará a la bronca, la discusión e incluso al castigo, con el consecuente pensamiento y sentimiento de culpa al no considerarse justo con su hijo, acordándose a posteriori del “no actúes en caliente”, pero el daño a tu hijo ya estará hecho, afectando negativamente en él con los pensamientos negativos, que no le van a ser de ninguna ayuda, sino todo lo contrario.

¿La clave?, Para, Pensar y Relativizar. Las personas optimistas, tal como lo define la RAE, suelen “introducir en la consideración de un asunto aspectos que atenúan su importancia”. Así que, por nuestro bienestar emocional y el de los que nos rodean, aprendamos a relativizar. Ante una situación inesperada, reflexionemos sobre estas cuestiones: ¿hasta qué punto es importante?, ¿realmente es crucial?, ¿es algo que nos impide de verdad vivir?, ¿acaso no tiene solución?

Pensemos, RELATIVICEMOS, sintamos, actuemos.

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