Entender y acompañar el enfado infantil sin miedo
En consulta, escuchamos con frecuencia frases como:
“Solo le dije que no podía ver más dibujos y se puso a gritar”, o “Me siento fatal cuando se enfada conmigo, como si estuviera haciendo algo mal”.
Y es que muchas madres, padres y personas cuidadoras sienten que el enfado de sus hijos les desborda. No solo por la intensidad emocional que conlleva, sino por la sensación de estar fallando si aparece. Sin embargo, desde nuestra experiencia, sabemos que el enfado es una emoción completamente natural, también en la infancia. El reto no es evitarlo, sino acompañarlo.
El enfado no es el problema
El enfado es parte del desarrollo emocional. Aparece cuando hay frustración, cansancio, malestar, o cuando se encuentran con un “no”. Es esperable, sano y necesario.
A veces, se interpreta como una señal de que algo va mal en la crianza. Pero en realidad, el enfado es un reflejo de que los niños están empezando a diferenciar lo que quieren de lo que pueden hacer, y eso les frustra. No tienen aún las herramientas para gestionar esa emoción de forma tranquila, por lo que es habitual que lo expresen de manera intensa.

Poner límites no significa que no se enfaden
Es habitual que las personas adultas se sorprendan o se frustren cuando los niños reaccionan con enfado ante un límite. Es importante señalar que el hecho de que un niño se enfade al poner un límite no significa que lo estemos haciendo mal. Más bien, es una señal de que ese límite está marcando un marco claro y necesario.
La clave está en sostener el límite sin invalidar la emoción. Por ejemplo:
“Entiendo que te dé rabia que hoy no podamos ir al parque. A veces también me molesta cuando los planes cambian. Podemos estar enfadados… y aún así quedarnos en casa.”
Validar el enfado no implica ceder. Implica transmitir que está bien sentir, aunque no podamos hacer lo que nos gustaría.
Acompañar no es controlar
Acompañar el enfado no es intentar que desaparezca. Es ayudar a los niños a entender qué les pasa, ponerle nombre y aprender a transitarlo.
Cada niño expresa el enfado de forma diferente: algunos lloran, otros gritan, otros se aíslan. Lo importante es que sientan que su emoción es válida y que no están solos/as en ella. Desde ahí, se pueden empezar a construir recursos para expresar el enfado de una manera más respetuosa y menos dañina.
Algunas claves para acompañar el enfado infantil:
- Validar: “Entiendo que te enfades.”
- Nombrar: “Parece que estás muy frustrado.”
- Acompañar desde la calma: “Estoy aquí si necesitas un abrazo.”
- Separar emoción y conducta: “Puedes estar enfadado, pero no puedes pegar.”
Cuando el enfado del niño desborda al adulto
También es habitual que el enfado del niño remueva algo en el adulto. Muchas veces, porque no nos enseñaron a convivir con esa emoción, y aprendimos que enfadarse era algo negativo o peligroso. Por eso, cuando nuestros hijos se enfadan, es fácil sentir culpa, impotencia o frustración.
Por eso es importante revisar nuestra relación con el enfado y a darse permiso para parar, respirar y pedir apoyo cuando sea necesario. Sostener el malestar ajeno requiere primero poder sostener el propio.
En resumen
El enfado no es una señal de que algo va mal, sino de que algo importa. Poner límites y acompañar el enfado son dos caras de la misma moneda. Cuando ayudamos a un niño o niña a transitar esa emoción sin castigarla ni evitarla, estamos construyendo un vínculo seguro y enseñándole herramientas valiosas para toda la vida..
Isabel González, Psicóloga en Psikids.
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