Si nos paramos a pensar, nuestros hijos han vivido en los últimos años mas acontecimientos históricos, y no precisamente agradables, que el resto de nuestras vidas adultas nosotros. En base a esto, pueden estar interiorizando que la vida es muy complicada, y que es frágil nuestra supervivencia, porque en cualquier momento puede acontecer una pandemia, una filomena, una Dana, una erupción de un volcán o un apagón que trastoque nuestra rutina y lo que es peor, puedan implicar pérdidas humanas importantes.

Es cierto que nosotros, los padres, lo adultos, lo hemos vivido igualmente, pero con otros recursos y otro conocimiento de como es la vida. El que mas y el que menos, ha vivido una enfermedad grave o una perdida repentina de alguien cercano, y ha conectado con esa vulnerabilidad que envuelve la existencia del ser humano, por lo que algo de aprendizaje previo traíamos hecho, aunque la resiliencia que nos ha exigido la vida los últimos años ha sido nivel premium de dificultad.
Enseñarles a practicar el agradecimiento
La realidad es que no podemos garantizar a nuestros hijos que estos eventos, no se vayan a repetir, pero si podemos enseñarles a vivir con gratitud, de manera que sean conscientes, a través de estas vivencias, de lo afortunados que somos cada día normal. Cada día en que podemos llevar a cabo nuestra rutina, de la que tantas veces nos quejamos. Cada día que podemos encender la luz, cocinar, ducharnos con agua caliente, usar el transporte público, poder comunicarnos con nuestros seres queridos…todas esas cosas que “damos por supuesto” y por lo tanto no valoramos.
En este sentido los padres, como siempre, somos los responsables de transmitir esta forma de afrontar la vida, ya que somos los primeros que no valoramos cosas tan importantes como la salud de nuestros, aún sabiendo que eso puede cambiar de un día para otro, porque como es lo habitual no le damos importancia.
¿Cómo?
Un ejercicio en familia que puede ser muy constructivo en este sentido es dar un repaso a nuestro día a la hora de cenar o acostar a nuestros hijos, y que hagan un reconocimiento de aquellas cosas de las que deberían estar agradecido, y “no dar por supuestas”.
Un hábito del que deberíamos estar atentos no transmitir a nuestros hijos, es la queja. A veces nos quejamos de nuestra vida, en sí, del trabajo, de los compañeros, de los jefes, de ellos mismos, sin darnos cuenta de que es la vida de desearíamos retomar tras una catástrofe que se la llevara por delante.
A cambio hagamos explicito el valor que damos a las pequeñas cosas que hacen que tengamos una vida tan confortable, y que en la mayoría de los casos hemos tenido la suerte de construir en base a nuestras decisiones.
Natalia García, Psicóloga en Psikids.
Síguenos en nuestra cuenta de Instagram para más info relacionada.



