Las preocupaciones forman parte de nuestra vida, debido a que nos han ayudado a desarrollarnos como especie y sin ello nuestra vida sería muy distinta.
¿Cómo de distinta sería?
Imagínate que estas en el parque con tu hijo pequeño, quitas la vista en un momento y no le ves. Si no nos preocupáramos, posiblemente no le buscarías. Te duele el brazo y no lo puedes mover correctamente, si no te preocuparas no irías al médico para saber qué te ocurre.
Estas dos situaciones exponen lo que ocurriría si no tuviéramos la capacidad de preocuparnos. Puesto que preocuparse forma parte del proceso de resolución de problemas. Sin ellas, no podríamos afrontar las dificultades que se presentan a lo largo de nuestra vida,
Pero… ¿Cuándo dejan de ser funcionales y adaptativas las preocupaciones?
En multitud de ocasiones, estas preocupaciones, dejan de ser adaptativas, ya que no nos ayudan a resolver problemas y se terminan convirtiendo en un problema.
La preocupación es un estado, que se corresponde con una actitud anímica orientado hacia el futuro; en el que se intenta afrontar de forma anticipada multitud de situaciones hipotéticas de índole negativa que pueden ocurrirnos.
Nuestra atención, por tanto, se focaliza en los estímulos que percibimos como amenazas futuras. Desencadenando un estado emocional negativo, elevada activación fisiológica y sensación de incontrolabilidad.
Hay una parte de la población que tiene más tendencia a desarrollar preocupaciones que interfieren en su desarrollo diario, ya que comparten una serie de características:
- Tienen buena capacidad para resolver y buscar soluciones a los problemas, pero les cuesta ponerlas en marcha, debido a que tienen la cabeza centrada en los problemas y le dan muchas vueltas, por lo que no pueden poner solución.
- Presentan elevada intolerancia a la incertidumbre, tomando las situaciones ambiguas como negativas, desencadenando pensamientos catastrofistas. Por ejemplo en el trabajo, si nos llama el jefe para hablar con nosotros, de forma automática nuestra cabeza se empieza a imaginar escenarios catastrofista en lugar de situaciones que puedan ser positivas
- Se caracterizan por tener una distorsión sobre la capacidad para controlar problemas. Por ejemplo, presentar miedo a desarrollar una enfermedad física y pensar al mismo tiempo que no puedes hacer nada para evitarla, sin darte cuenta que puedes tener el control cambiando hábitos de vida.
Si te identificas con estas características de personalidad y pasas mucho tiempo al día preocupándote por un sinfín de cosas. Quizás es buen momento para empezar a controlarlos. Debido a que cuando somos capaces de controlar nuestras preocupaciones, el nivel de ansiedad disminuye permitiéndonos disfrutar de las experiencias que vivimos y ser más felices.
Alba Ruiz, psicóloga en Psikids.
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