Cuando hace poco iniciaba la redacción de este post, empezaba hablando de las pérdidas, del significado que tenían para nosotros y de cómo hacer el duelo de ellas cuando no se refieren a la muerte de un ser querido. Sin embargo, la situación actual y el COVID-19 está perturbando nuestra vida hasta el punto en que, si un familiar contrae el coronavirus, le ingresan y fallece, no puedo despedirme de él porque está en aislamiento, no puedo juntarme con mis parientes, ni tan siquiera organizar su entierro.
¿Cómo afecta a mi salud psicológica una situación de pérdida y elaboración del duelo cuando no puedo realizarlo?
PÉRDIDAS
Entendemos por una pérdida a toda situación que acontece cuando se produce una carencia o privación, sin que lo hayamos previsto, de cualquier objeto, relación o bien material que representa algo para nosotros. Por ejemplo, en el estado de confinamiento actual la pérdida de nuestra libertad nos obliga a hacer un cambio en nuestra rutina y lleva a que planifiquemos la nueva situación.
Pero, ¿qué nos sucede si nosotros tenemos dificultades para adaptarnos a nuevas situaciones o tras un breve periodo de adaptación surgen nuevos cambios y nuevas pérdidas que ya no sabemos manejar? Posiblemente hagamos un duelo patológico y al no poder expresar nuestras emociones quizá generemos problemas de ansiedad y depresión.
Clasificamos las pérdidas en cuatro grupos: intrapersonales, materiales, evolutivas, relacionales.
Podemos hablar de pérdidas intrapersonales:
. si tenemos que renunciar a sueños que ya no podemos realizar.
. si sufrimos un desengaño amoroso.
. si perdemos aspectos como nuestras competencias cognitivas, sexuales, físicas.
. si sufrimos enfermedades incapacitantes y sobre todo si provocan un cambio en nuestra vida.
Hablamos de pérdidas materiales:
. si perdemos ese objeto que para nosotros y nuestro estado emocional tiene una relevancia alta: coche, casa
. si perdemos nuestro estatus económico por lo que supone para nuestro bienestar y lo que representa socialmente.
Serían pérdidas evolutivas:
. si nos enfrentamos a cambios que van a ocurrirnos físicamente para los que no estamos preparados como el paso de la juventud a la vejez
. hacen referencia a aquellos cambios en los que dejamos una parte de nosotros mismos que ya no recuperaremos
Podemos hablar, por último, de pérdidas relacionales:
. cuando perdemos a alguien significativo para nosotros: muerte de un ser querido
. ante una separación, divorcio de nuestra pareja.
. ante el abandono o privación de afecto en la infancia.
Las pérdidas, sean del tipo que sean, van a llevar implícito la superación del duelo, en mayor o menor intensidad con mayor o menor posibilidad de recuperación y de sustitución que implicaría hacer frente a la pérdida de la situación y adaptarse a la nueva.
DUELO
El duelo es la elaboración que realiza la persona ante una pérdida. Es una experiencia global y natural que afecta a la persona en seis ámbitos: psicológico, emocional, físico, mental, social y espiritual. En muchas ocasiones necesitamos ayuda externa para soportar la pérdida y realizar la correcta elaboración de la misma: si he perdido mi trabajo, mi casa y mi pareja voy a necesitar la ayuda económica de mis padres. Esto puede suponer que tenga que llevar a cabo un aprendizaje de la nueva situación, y ponga en marcha estructuras que me hagan superar correctamente mi pérdida.
Pero también puede suceder que sea incapaz de superar el duelo, lo haga incompleto o mal elaborado, y necesite recibir tratamiento psicológico al cabo del tiempo para que me ayuden a resolverlo correctamente. A diferencia de las pérdidas, que se pueden recuperar o sustituir, la única forma de superar un duelo es elaborándolo.
Hay diferentes tipos de duelo:
Duelo anticipatorio: elaboramos la pérdida antes de que se produzca y contribuye a prepararse a la misma.
Duelo normal: vivimos un impacto normal en el momento de la pérdida, que dura un tiempo diferenciado según cada persona y el valor de lo perdido.
Duelo retardado: personas tardan en reaccionar en su vivencia y manifestación del dolor.
Duelo patológico o crónico: si no conseguimos elaborar nuestro dolor.
Ante la situación de fallecimiento de seres queridos y no poder realizar la elaboración adecuada de su pérdida, me voy a centrar en el duelo patológico y el retardado, ambos muy frecuentes en la situación en la que nos encontramos por el coronavirus.
El duelo patológico se produce cuando la persona se ve superada por la pérdida, rompiéndose física y psicológicamente necesitando para poder superarlo, ayuda terapéutica. Algunas de las señales que nos indicarían que el duelo está convirtiéndose en patológico serían:
1. Falta total de respuesta ante la muerte: la persona parece mantener el control de la situación sin dar signos aparentes de sufrimiento que se prolonga en el tiempo.
2. El dolor intenso se prolonga: aquella persona cuyos sentimientos y emociones ante la pérdida se prolongan de manera continuada en el tiempo, y manifiesta lloros continuos, labilidad emocional habiendo pasado un tiempo prudencial después del fallecimiento.
3. Sentimientos desproporcionados de culpa: en relación al tiempo, intensidad y la tarea desempeñada para la persona que ha fallecido.
4. Idealización de la persona fallecida: si se alarga en el tiempo la idealización de la persona fallecida.
5. Ausencia de recursos personales, familiares y sociales. Si no se poseen recursos sociales, personales o familiares que apoyen a la persona durante el proceso de duelo.
6. Historia previa de trastornos psicológicos: si la persona que elabora el duelo es vulnerable a los trastornos psicológicos, como ansiedad o depresión, la probabilidad de vivir un duelo patológico aumenta.
7. Estar absorto en los recuerdos: atesorar y revivir los recuerdos por un periodo de tiempo superior a dos años.
8. Síntomas hipocondríacos relacionados con la enfermedad: la persona que elabora el duelo comienza a tener obsesión por identificarse con los síntomas del fallecido.
9. Dependencia a sustancias adictivas: si se abusa de ansiolíticos, antidepresivos, tranquilizantes, tabaco, alcohol porque se consideran como fuente de bienestar por parte del familiar.
10. Agotamiento nervioso. El estrés mantenido en el tiempo comienza a generar la aparición de los denominados trastornos psicofisiológicos, caracterizados por ansiedad generalizada, hipertensión, aumento del riesgo cardiovascular, aparición de úlceras, psoriasis y una sensación de fatiga constante.
El duelo retardado se produce cuando existe una reacción aplazada en el tiempo ya que las personas que han de elaborarlo mantienen el control de la situación sin dar muestras aparentes del sufrimiento porque han encontrado un familiar a quien atender o ayudar que no les deja tiempo para ocuparse de sí mismos. Han encontrado un objetivo vital donde centrar su energía emocional y se entregan a actividades que les lleva a no pensar en lo sucedido y negar la pérdida durante meses o años. Después una imagen o una conversación acarrearán el duelo no resuelto que llevan dentro.
PARA FINALIZAR
En estos momentos en los que nuestro estado emocional y nuestra gestión psicológica se pueden ver afectadas por la enfermedad de un ser querido, por nuestro estado de confinamiento o por las distintas pérdidas laborales, relacionales, es conveniente finalizar con las tareas de resolución del duelo:
· Aceptar la realidad de la pérdida.
· Facilitar la expresión adecuada de nuestras emociones y hablar del dolor que nos supone la pérdida.
· Fomentar recursos de afrontamiento y posibles diferentes estrategias para resolver las pérdidas. En el caso del fallecimiento de un ser querido facilitar la adaptación a un entorno donde el fallecido está ausente. Buscar reajustar nuestras expectativas hacia la pérdida y lo que ha supuesto.
· Animarnos a sentirnos cómodos con nuestra nueva situación, a decir un adiós apropiado y volver nuevamente a la vida.
“Las emociones que no son expresadas, nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde en peores formas”. Sigmund Freud.