Uno se puede separar o divorciar de su pareja, pero no de sus hijos.
La rabia, la ira, el enfado o la culpa son emociones que no deberían prevalecer ante la generosidad de la m(p)aternidad. No olvidar que nuestra expareja va a ser siempre la madre o el padre de nuestros hijos. Debemos reordenar la relación con él o con ella en este nuevo rol, y si lo necesitamos, buscar ayuda, más vale prevenir que curar.
Estos son algunas de las premisas que el Dr. Quintero nos da en su post sobre separación de padres, qué hacer con los hijos que ha publicado en Sapos y Princesas.