Afortunadamente, cada día se otorga más importancia a la gestión de las emociones que a los contenidos académicos. Progresivamente hemos ido cambiando la forma de dirigirnos a nuestros hijos y frases como “los hombres no lloran”, “tienes que ser valiente”, “no llores…”, que buscaban reprimir e incluso destruir las emociones, son cada vez más inusuales.
Numerosos estudios afirman que la inteligencia académica no es suficiente para alcanzar el éxito profesional ni personal. Son las personas capaces de conocer y gestionar sus emociones, las que cultivaron las relaciones humanas y que entendían aquello que motivaba y movía a las personas, aquellas que alcanzaron mayor éxito.
Es por ello, que cada día cobra mayor importancia el desarrollo de la inteligencia emocional, que no es más que la habilidad para tomar conciencia de las emociones propias y ajenas, así como la capacidad para regularlas.
Identificando las emociones
El primer paso para llegar a la regulación emocional es la conciencia emocional, es decir, el ser capaces de identificar nuestras emociones.
Desde muy pequeños, los bebes experimentan y expresan distintas emociones. Inicialmente se trata de emociones globales que se van haciendo más específicas a medida que van creciendo.
A los 2 años, los niños son capaces de reconocer las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo y rabia). En este aprendizaje, el papel de los padres es fundamental, ya que son los encargados de ayudar al niño a interpretar e integrar sus diferentes estados emocionales.
¿Cómo podemos hacerlo? Los niños son imitadores por naturaleza, por lo que podemos ayudarles a través del ejemplo, describiendo nuestros sentimientos, de esta manera aprenderán a relacionar las expresiones de alegría, tristeza, enfado, etc. con su etiqueta correspondiente.
Una herramienta muy útil es el uso de fotos que demuestren personas con diferentes expresiones y preguntarle al niño qué emoción creen que puede estar sintiendo, por qué cree que se encuentra en ese estado, etc.
A partir de los 5 años, los niños son capaces de integrar las emociones con lo que ocurre a su alrededor. Es importante ayudarlos a elaborar oraciones del tipo “estoy …(emoción)… porque …(causa de la emoción)”.
Aprendiendo a dar una respuesta adecuada
Así como es importante validar las emociones, también hay que dejar claro que la respuesta a esa emoción es variable, y que no todas las reacciones son aceptables. Por ejemplo, es normal sentir rabia o enfado si un niño me insulta pero el responder mediante la agresión física no es una opción adecuada.
En este sentido, podemos ayudarles preguntando, una vez pasado el incidente, qué otras alternativas creen ellos que podrían haber funcionado para manejar la situación. También es importante que aprendan a hacerse responsables de lo ocurrido y a pedir disculpas o perdón.
Por otro lado, se pueden proponer actividades que le ayuden a gestionar las emociones negativas. El juego es una herramienta útil que permite al niño aprender a enfrentar la frustración de perder, seguir normas, esperar que sea su turno, etc. La música es otra forma de conectar con las emociones, se pueden escuchar diferentes estilos musicales y ayudar al niño a escoger alguna pieza que les genere calma y tranquilidad en un momento de mayor tensión