En el contexto familiar pueden surgir patrones de comportamiento y relaciones que resultan en desavenencias, enfrentamientos y disputas. Una de las dinámicas más comunes es la triangulación.
¿Qué es la triangulación?
La triangulación es una forma disfuncional de tratar conflictos intrafamiliares, es la alianza que buscan uno o ambos progenitores con el hijo, a quien se utiliza como vía de intermediación entre estos. El niño se siente obligado a ayudar a sus padres en el conflicto conyugal, creándose patrones y situaciones que influyen en su conducta y gestión emocional. La tensión que se genera entre ambas figuras parentales deriva en la búsqueda de una coalición para ir en contra de la otra parte, involucrando al hijo que se encuentra continuamente cambiando de bando y cumpliendo lealtad a uno de los padres (lealtades divididas), obligando al niño a posicionarse a favor de uno de ellos. El niño, a su vez, recibe mensajes incoherentes que contradicen su realidad, llevándole a experimentar una gran sensación de tensión, angustia y confusión.
Algunos de los ejemplos de esta dinámica dañina son, cuando uno de los padres se alía con el niño contándole problemas entre los cónyuges o defiende al hijo para menospreciar a la otra parte en lo que se refiere a su crianza. Por otra parte, pueden surgir otro tipo de prácticas como la evitación de una de las partes, participando en actividades con el niño para evitar el contacto con la pareja o la destrucción de la relación padre-hijo tras una separación conflictiva.
Triangulación enfocada en el niño
De igual manera, en numerosas ocasiones, los padres desarrollan la triangulación por enmascarar sus propios conflictos, enfocando la atención en las conductas de su hijo. En este caso, existen diferentes maneras:
- Puede darse el efecto contrario, ambos padres contra el niño que definen como “malo” fuente de todos sus problemas.
- Sobreprotección del “hijo enfermo”. El niño psicosomatiza la tensión (encubierta) existente entre ambos padres.
Impacto de la triangulación en los hijos
Este patrón de actuación tiene un impacto significativo en el desarrollo del niño, constituyendo una serie de consecuencias en varios niveles:
- Psicológico: la carga emocional que se coloca sobre el niño genera sentimientos de culpabilidad, donde percibe que el conflicto entre sus padres es culpa suya. El impacto emocional deriva en situaciones de aislamiento, depresión, ansiedad, agresividad, autolesiones, adicciones, trastornos de la conducta alimentaria, entre otros.
- Social: problemas y falta de habilidades sociales. La triangulación familiar conlleva a que el niño pueda ser víctima de triangulación en el contexto social, influir en sus futuras relaciones, tener dificultades en el establecimiento de límites, no expresar sus necesidades de forma saludable o enfrentar de manera inefectiva los conflictos.
- Personal: falta de seguridad en sí mismo con una consecuente baja autoestima. Perjuicio en el desarrollo de su autonomía e independencia.
- Académico: el impacto de la triangulación en su vida diaria conlleva que el niño esté menos concentrado en sus responsabilidades, preste menos atención a lo académico y empeoren sus resultados.
- Salud: pueden aparecer síntomas somáticos como fatiga, problemas gastrointestinales, dificultades respiratorias, problemas en la piel, dolores musculares y articulares, etc.
Siguiendo estas líneas es importante recalcar la importancia del papel de la familia en el apego del niño y la formación de su historia evolutiva con sus consecuentes vivencias. Por esta razón, cuando en el contexto intrafamiliar surgen dinámicas que obstaculizan la relación, se compromete la buena operatividad de los miembros, así como un buen desarrollo psicológico y emocional.
Así pues, manejar la triangulación requiere enfocarse en el tratamiento psicoterapéutico familiar, donde trabajar la comunicación, la puesta en práctica de buenas dinámicas, el establecimiento de límites y la búsqueda de un entorno favorable para el desarrollo del niño.
Teresa Castells, psicóloga en Psikids
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