Fear of messing out (FOMO), el “miedo a perderse algo”, es un síndrome que afecta especialmente a los adolescentes y jóvenes adultos, que está asociado con la necesidad de estar presente en situaciones sociales, por temor a que ocurra algo especial y no vivirlo. Si lo pensamos, este concepto no es nuevo. Generaciones anteriores también queríamos estar, nos resistíamos a irnos a casa ante la posibilidad de que lo mejor de la tarde, noche, estuviera por llegar.
¿Por qué ahora se considera un problema el FOMO?
La retrasmisión a través de las redes sociales de todo lo que sucede, sesgada, donde sólo se muestra lo divertido, los mejores momentos, hacen que el que no está presente idealice y sienta frustración al habérselo perdido.
Esto lleva a algunos jóvenes a tomar decisiones en contra de lo que realmente desean: salir sin apetecerles, alargar las noches estando ya cansados o con ganas de irse o no ser selectivos con la gente con la que hacen planes. Esto genera luego un malestar, porque la realidad, es que nada de lo que suceda, generalmente, compensa al cansancio o los sentimientos negativos que genera el hecho de hacer cosas en contra de que lo que realmente se siente o se quiere.
De manera más extensa, implica un gasto de tiempo y de dinero, que a veces da lugar a problemas más importantes como no poder hacerse cargo de sus responsabilidades por cansancio excesivo, o problemas económicos por mantener el ritmo de gastos que suponen noches y días interminables de ocio.
El FOMO puede causar insatisfacción personal
La insatisfacción personal que esto genera da lugar al efecto contrario al deseado que se busca cuando se lleva a cabo un plan de ocio, llegando incluso a no disfrutar de las situaciones sociales ni de los amigos. Encontramos ya en consulta jóvenes que eran sociables, extrovertidos, que han dejado de disfrutar de este tipo de situaciones por culpa de haberse sobreesforzado, para “estar siempre”, sin tener en cuenta que es algo imposible, por lo que además muestran frustración porque justo en situaciones en que habían proyectado pocas expectativas y habían decidido no ir, se convierte en un gran plan u ocurre algo excepcional.
Podríamos hablar del efecto contrario, que es la necesidad de ser visto a través de las redes sociales, como objetivo principal, en lugar de disfrutar la experiencia, sea cual sea, llegando a interpretar y analizar los comentarios que se realizan de las publicaciones, dándoles un contenido emocional, incluso a la ausencia de reacciones en las redes de los que se publica.
Para evitar este tipo de efectos en nuestros hijos, es importante hacer hincapié en el “estar presentes” con el objetivo principal de disfrutar en las situaciones sociales y escuchar las motivaciones de las decisiones que toman en este sentido. Y como siempre, ser buen ejemplo del uso que se realiza de las redes, de lo que comentamos de las publicaciones ajenas, e interpretaciones que hacemos cuando no hay las reacciones esperadas a nuestras publicaciones.
Natalia García, psicóloga en Psikids
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