A lo largo del proceso evolutivo de nuestros hijos/as nos solemos encontrar con épocas en las que el cumplimiento de las normas supone un desafío; normas sociales, normas de convivencia en el hogar, autonomía a la hora de realizar las tareas del colegio…
Es muy importante que los adultos dirijamos a los niños/as en este proceso. Poner normas, a diferencia de lo que muchos piensan, no significa que queramos menos a nuestros hijos/as, o que ellos nos vayan a querer menos.
Las normas dan tranquilidad, hacen que a la hora de enfrentarse al mundo no se sientan perdidos, desamparados, y den cierta estabilidad.
¿Y cómo le enseño a mi hijo/a los límites o normas?
Una de las primeras cosas que debes enseñarle a tu hijo/a es a ser consciente de que todos sus actos, traen consecuencia. Cuando tu hijo/a aprenda a ver el mundo y sus actos de manera integral, será cauteloso/a, pensará dos veces antes de actuar y respetará la libertad de los seres que lo rodean.
Aquí os dejamos algunos consejos sobre cómo poner límites o normas.
- Objetividad. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño/a. ‘Lleva tu mochila a la habitación’; ‘guarda los juguetes en la caja azul’ son algunos ejemplos de formas que pueden ayudar a comprender lo que el adulto espera de él.
- Opciones. Podemos dar a nuestros hijos/as una oportunidad limitada para decidir cómo cumplir sus órdenes. Esto hace que un niño/a sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: ‘Es la hora de cenar. ¿Prefieres pescado o verduras?’ una forma más fácil y rápida de conseguir lo que queremos.
- Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: ‘Vete a tu habitación ahora’. Los límites firmes se deben aplicar con un tono de voz seguro y sin gritos. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no.
- Hablar en positivo. Los niños/as son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. En general, es mejor decir a un niño/a lo que debe hacer (‘habla bajo’) antes de lo que no debe hacer (‘No grites’).
- Explica el por qué. Cuando un niño/a entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado/a a obedecerla. Es importante manifestar la razón en pocas palabras. Por ejemplo: “Hora de ir a la cama, sino mañana no podrás levantarte”.
- Ofrece alternativas. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño/a, intenta indicar una alternativa aceptable: “Si lanzas el cochecito se te acabará rompiendo. Aquí tienes una pelota para poder lanzarla’. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables.
- Evita etiquetar. En lugar de decir ‘eres malo’, deberíamos decir ‘eso está mal hecho’. En este sentido evitaremos poner etiquetas a nuestros hijos/as que puedan dañar su autoestima.
- Maneja la frustración. Es importante controlar la frustración cuando indicamos una norma y ésta no se cumple. Se trata de un proceso de aprendizaje y los adultos debemos de guiarles en el proceso. Si perdemos los papeles, ese será el ejemplo que tomen para manejar la frustración.
- Ser un ejemplo. Pedirle al niño/a que no grite mientras nosotros se lo decimos gritando no suele tener mucho efecto. Para ellos el modelo son los adultos y si lanzamos un mensaje contradictorio no llegaremos al objetivo que nos hemos propuesto.
- Consecuencias. Cuando establecemos consecuencias para las conductas que deseamos eliminar o modificar es importante que las cumplamos. Es importante que avises antes al niño/a de lo que puede suceder si realiza tal conducta. Además tienen que ser consecuencias que sepas que vas a poder cumplir “no vas a volver a ver la tele nunca más” es algo que sabemos que no va a ocurrir. Es mejor, además, que la consecuencia esté relacionada con la conducta, “si no apagas la tablet en 5 minutos mañana en lugar de 15 minutos estarás 10”.
Sobre todo es muy importante no sentirnos mal a la hora de establecer límites y recordar que nuestros hijos/as se van a sentir más seguros en un entorno en el que los límites los pone el adulto.
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