Hoy 20 de Marzo, es el día proclamado por la ONU como el Día Internacional de la Felicidad, planteando de manera simbólica la importancia de la felicidad como parte del desarrollo emocional sano.
Según la Real Academia Española (RAE), la felicidad es “estado de grata satisfacción espiritual y física”. Esto resulta disonante ante el aluvión de mensajes cotidianos de lo que es la felicidad, y lo fácil que es alcanzarla (incluso en las tazas, cuadernos, estados de WhatsApp…), que vamos absorbiendo poco a poco, y que quizá como adultos seamos capaces de filtrar por nuestras propias experiencias, pero que, en niños y adolescentes, aún por formar emocionalmente, pueden llevar a una idea equívoca de lo que es y lo que implica, e ir construyendo un sistema de creencias erróneo en relación a esto, basado en el hedonismo y la consecución del bienestar momentáneo y cortoplacista.
Si preguntamos a un niño que es la felicidad, en el contexto social en el que vivimos, en pocos casos, la respuesta que nos den, estará relacionada con el concepto de satisfacción, sino con otros como la consecución de los objetivos fácilmente y con poco esfuerzo, la inmediatez o la autocomplacencia, y lamentablemente, es muy frecuente que, desde esa perspectiva, se sientan frustrados con asiduidad, incluso torpes emocionalmente: ¿por qué si es tan fácil ser feliz no lo consigo?, sólo basta con cambiar mis pensamientos, ser optimista, centrarnos en las cosas positivas… y en ese punto es donde muchos pacientes llegan a consulta con un ánimo afectado, con sensación de fracaso, de incapacidad… e infelices.
Tenemos que darle un enfoque diferente a lo que es ser feliz
Por lo tanto, la primera recomendación y base del resto de que vamos a proponer en este post, es dar un enfoque diferente a lo que es ser feliz, y efectivamente orientarlo de la manera que lo define la RAE, más a la sensación de satisfacción que está relacionada con el esfuerzo y con el buen hacer, tanto en las responsabilidades como en el trato con los demás. Por ejemplificarlo: a un niño le puede hacer feliz una consola, pero puede obtenerla de diferentes maneras: robándola, regalándosela por su cumpleaños, ganándosela como premio por un esfuerzo significativo en una asignatura en la que presenta más dificultades, incluso ahorrando su propio dinero. El resultado es el mismo, pero ¿Cuál de las opciones le haría sentirse mas satisfecho?, ¿Qué manera de ganársela le ayudaría a desarrollar un futuro emocional mas feliz?. Evidentemente, si proyectamos la educación de nuestros hijos a su bienestar a medio y largo plazo, la respuesta es clara, porque les estaremos preparando para lo que realmente es vivir.
Recomendaciones para “hacer felices a nuestros hijos”
Os propongo varios puntos de reflexión al respecto del tema que nos ocupa, y que, a través de la formación y la práctica clínica, me resultan esenciales en la crianza de nuestros hijos:
- La mayoría de los adultos que ahora tenemos entre manos la educación de nuestros hijos, no están formados en inteligencia emocional. En los 80, 90 poco se sabía de este tema, por lo que nos pusimos a criar con unas competencias “de serie” bastante básicas en esta área. Nunca es tarde, y que mejor motivación, que trabajarnos para relacionarnos con nuestros hijos de una forma sana, y ser buenos modelos en el manejo de las emociones.
- Los niños pasan mucho tiempo en el colegio, donde se les valora a través de una nota. Es importante cambiar el enfoque desde casa, evidentemente de alguna manera hay que calificar académicamente, pero ¿no es más constructivo alentar el esfuerzo?, y enseñarles además, que el esfuerzo no siempre va acompañado de éxito, de felicidad, pero sí de satisfacción personal.
- Un punto que los últimos tiempos se está haciendo complejo de manejar en la educación de nuestros hijos, es el exceso de información y el tipo de contenidos que les llega y cómo. Tenemos que entender que el cerebro de un niño no está preparado para asimilar las cosas igual que los adultos. Igual que no damos objetos que pueden ser peligrosos, cuidemos que tipo de contenidos arrojamos al interior de su cabeza y como lo hacemos.
- En relación con el anterior punto, hay que valorar el equilibrio entre, la protección que requieren según el momento evolutivo, y a su vez ir dando espacio para que se hagan autónomos e independientes. Sobreproteger tiende a crear personalidades temerosas, con inseguridades para enfrentarse a nuevas situaciones, pero ¡ojo con precipitarse y arrojarles a los leones, sin que estén preparados!, ya que pueden crear una sensación de incapacidad que propicie el no querer volver a intentarlo.
Y por último (por cerrar en algún punto porque se podrían plantear infinitos puntos a tratar en algo tan relevante como la felicidad de nuestros hijos), hubo una familia que una vez me preguntó: ¿pero entonces hay que educar con disciplina o con cariño?, y les contesté: ¿Por qué tienen que ser excluyentes? La receta para una crianza sana tiene que tener ambos ingredientes, límites para marcarles el camino, para enseñarles a tolerar la frustración, que la libertad de uno termina donde empieza la del otro, que hay que cumplir normas para vivir en sociedad (familia, colegio…) y que sin duda, no hay mejor sazonador para que esto se interiorice de forma fluida y desde un punto de vista positivo y punitivo que el cariño y el amor incondicional.
Yo lo que quiero es que mis hijos se sientan satisfechos con ellos mismos.
Natalia García, psicóloga en Psikids.
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