La mayoría de nosotros nacemos en el seno de una familia, la cual vamos a querer conservar y mantener durante toda nuestra vida. Esta familia es fundamental, no sólo para cumplir la función nutricia, sino también la de apego, educación y la que nos va a enseñar a enfrentarnos al mundo de una forma sana y adecuada.
El apego seguro es un concepto fundamental
En este sentido, el apego seguro es un concepto fundamental. Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad, es decir, el niño sabe que su cuidador no va a fallarle, lo cual le permite explorar el mundo de una forma libre, ya que sabe que si comete un error se va a sentir igualmente querido, aceptado y valorado. De acuerdo con Bowlby, este tipo de apego depende en gran medida de la constancia del cuidador en proporcionar cuidados y seguridad. Como aclaración, cuando hablamos de cuidador, no necesariamente hablamos de padres o madres biológicos, ya que esto no se basa en la genética sino en las relaciones significativas del niño.
Es importante destacar que el concepto de familia no es un ente aislado, ya que se encuentra influido por la situación socioeconómica y sociopolítica, así como por el legado familiar. Pongo un ejemplo simple de esto último: si te crías en una familia en la que casi todos son universitarios, probablemente de forma inconsciente, se espere que el niño/a lo sea también. Tampoco es un ente estanco ya que pueden introducir nuevos miembros (matrimonios, hijos,…) así como sufrir pérdidas (fallecimiento, divorcios).
Para entender la función de las familias, es importante entender el concepto de ciclo vital de la misma. Todos estaremos de acuerdo en que la familia no siempre pasa por los mismo procesos ya que cambia con el matrimonio, el nacimiento de los niños, su escolarización, la adolescencia, la independencia, así como cuando los padres comienzan a ser dependientes. En este sentido, la familia tiene que adaptarse a diferentes situaciones y normas con cada etapa. Es por ello fundamental la capacidad de adaptación de la misma.
En este post me centraré en la función de la familia en la adolescencia ya que es una etapa muy estigmatizada y criticada hoy en día.
La familia en la adolescencia
Todos somos conocedores de que la adolescencia es una etapa complicada para el niño. Sufre cambios a nivel físico, pero también a nivel psicológico. En esta situación, es fundamental el apoyo familiar para acompañarle en esta compleja etapa.
En este sentido, nos damos cuenta de la diferencia significativa que tiene pasar de la edad escolar a la adolescencia. Se trata de una etapa en la que el hijo comienza a “separarse de los padres” solicitando más tiempo fuera, con sus amigos o más tiempo a solas. Por ello, aunque se entiende que en esta etapa es complicado establecer un equilibrio entre ser flexible con las normas manteniendo la autoridad, se recomienda restablecer los límites previos, ya que no es lo mismo un niño de 7 años que uno de 14 a nivel de madurez ni de necesidades.
Cuando un adolescente comienza a separarse, cuesta por parte de las familias adaptarse por el temor a que sufran, no se relacionen de una forma sana o tome decisiones que para los adultos no son “sanas”. En este sentido, es fundamental la comunicación, confiar en el apego seguro generado durante el crecimiento y saber que si nuestro hijo tuviese algún problema, solicitaría ayuda. Uno de los “trucos” para intentar mantener esta confianza es abrirse a los nuevos valores del adolescente, interesarse por ellos, permitir la conversación acerca de los mismos, para aceptar que piensa diferente y transmitirle nuestro respeto por ello. Otra de los tipos más importantes es no reforzar la “estereotipación” de género, permitiendo al adolescente adquirir los roles que quiera sin imposición, sabiendo que esa situación, la de la independencia y pensamiento libre, la hemos generado nosotros permitiendo un lugar seguro donde hacerlo.
Hablamos mucho de la independencia del adolescente, pero como habla el título de nuestro post, la familia es fundamental en esta etapa. Los adolescentes necesitan a sus padres para poder conversar sobre la vida adulta (trabajo, diferencia de genero e igualdad, racismo, sexualidad responsable, temores, consumo). Es necesario incidir en el respeto al otro por muy diferente que sea o se presente, así como respetarse a uno mismo y poder transmitirlo con asertividad. De esta forma, fortalecemos el vínculo seguro y creamos un clima de confianza, respeto y comunicación libre.
Así pues, no veamos a los adolescentes como rebeldes sin causa, sino que pensemos en ellos como nuestro futuro, y en que es nuestra responsabilidad que puedan desarrollarse libres y conscientes.