COMUNICACIÓN CON NUESTROS HIJOS: Comunícate con él, y se comunicará contigo.
En estos momentos, en los que en nuestra sociedad proliferan multitud de medios de comunicación a los que les dedicamos mucho tiempo, no deja de ser paradójico que cada vez nos comuniquemos menos.
Los hábitos de vida, la dificultad para conciliar la vida profesional con la personal y la falta de tiempo inciden, sin ninguna duda, en nuestra relación con los demás y principalmente con nuestros hijos, a quienes les hablamos sin parar pero de forma casi unidireccional para que nos dé tiempo a realizar la infinidad de tareas que tenemos programadas en 24h… ¿Has terminado los deberes?, ¿Has recogido tu cuarto?, ¡Lávate los dientes!…
Dejamos pasar el tiempo y seguimos con esta frenética rutina, hasta que llegada la adolescencia nos damos cuenta, que nuestros hijos no nos cuentan nada sin entender muy bien las razones.
Si tenemos claro que nunca es demasiado tarde para cambiar conductas, más claro deberíamos tener que nunca es demasiado pronto para instaurar dinámicas familiares que van a favorecer una relación de comunicación, comprensión y apoyo entre padres e hijos.
Desde el primer día, aún sin la palabra, se establecen conexiones vitales y un modelo de relación que, con el paso del tiempo, irá creciendo. No debemos olvidar que muchas veces la comunicación no verbal, como es un tierno abrazo, una cálida sonrisa, una mirada cómplice… transmite mucha más información que la comunicación verbal, por lo que debemos ser extremadamente cuidadosos.
Dedicarle un momento especial, no para interrogarle (como solemos hacer a la salida del colegio o después de salir con los amigos), sino para contarle tú, no sólo lo que has hecho durante el día, sino cómo te has sentido, es importante.
Si pretendemos que se sienta lo suficientemente cómodo para contarnos, tenemos que trabajar a partir del ejemplo, empezar por nosotros mismos, y que observe en casa que cada uno de sus integrantes habla y se comunica de forma natural. Es importante compartir momentos de disfrute, jugar juntos.
Confiar en lo que nos dicen y valorar lo que hacen sin juicios de valor constantes. A veces sólo necesitan que les escuchemos y saber que estamos ahí por y para ellos, aún sabiendo que se van a equivocar. Sermonear o decir lo que tienen que hacer, implica que creemos que no son capaces de tomar sus propias decisiones. Llegados a este punto, no debemos culparles a ellos sino más bien responsabilizarnos y cuestionarnos si en el proceso de construcción de su personalidad, les hemos dado las herramientas necesarias para que desarrollen estrategias y juicio crítico.
Ser conscientes del proceso evolutivo e informarse que cada edad tiene sus especificidades por lo que no se van a relacionar con nosotros ni comunicar de la misma forma en las distintas etapas. Una buena comunicación familiar no implica que los chicos nos cuenten todo lo que hacen, porque no lo van a hacer, implica que tanto cuando las cosas vayan bien como cuando vayan mal, sentirán que pueden contar con nosotros.
Los patrones de conducta y modelos relacionales se reproducen de padres a hijos. No le pidas que te cuente, muéstrale cómo se hace: comunícate con él, y se comunicará contigo.